Desde niña me ha fascinado pintar y escribir. Siempre me ha gustado inventar historias, sumergiéndome entre las letras, volcando todos los sentimientos y emociones que llenan mi alma.
Cuando dibujo o pinto es como si intentara narrar algo. Cada cuadro es para mí una pequeña historia, la forma de retener en una escena todo un sin fín de acontecimientos, narrados a través de mezclas de colores.
Muchas de las historias que acompañan a mis pinturas son inventadas, los sentimientos que reflejo en ellos son totalmente autenticos. Todas son fruto de un impulso que un día, en un instante mágico, sintió mi alma.
Compartir tanto unas como otros es un placer que me llena de gozo.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

LA RUEDA DE LA VIDA


Siempre me han gustado las fotos. Ahora es habitual tener una cámara a mano y fotografiar todo aquello que se nos antoje y tenemos fotos de nuestros hijos y familiares de todas las posturas y en todas las situaciones imaginables, pero no hace tantos años no era así, con un poco de suerte se conseguía fotografiar algunos momentos importantes. Cuando era niña mi madre tenía una caja de cartón donde guardaba aquellas fotos, todas en blanco y negro y en las que a veces costaba trabajo identificar a la persona en cuestión. Esa caja era guardada y custodiada como un tesoro y solo conseguía que me la dejara alguna que otra vez que me encontraba enferma y tenía que guardar cama. Entonces me ganaba, después de asegurar que las cuidaría, el privilegio de mirarlas, tocarlas… y yo pasaba las horas entretenida preguntando quien era aquel señor que estaba con mi padre vestido de soldado o aquella señora ataviada con un vaporoso vestido, y cuya cara me resultaba conocida, que posaba al lado de otra, más mayor y gruesa…Mi madre me explicaba una y otra vez las historias de todos los que aparecían en las fotos y así yo podía acercarme un poquito a cada uno, la mayoría desaparecidos antes de que yo naciera.

Ya mayor siempre he tenido mi propia caja de fotos porque aunque ahora hay a nuestro alcance libros para tenerlas clasificadas a mi siempre me ha gustado tenerlas como las tenía mi madre, mezcladas en la caja, a la que he ido añadiendo las que con los años he ido heredando de mi madre o de mis tíos y abuela. Me gusta ir cogiéndolas al azar, de forma que lo mismo coges y miras una de alguien desaparecido hace tiempo que otra de un pequeñín que acaba de nacer.

Me gusta jugar con el tiempo, verlo como esa caja de fotos donde todas están juntas, las de los vivos con las de los muertos, las de blanco y negro con las de color. De esa forma todas las historias que contienen están al alcance de la mano, en la misma línea temporal, al fin y al cabo las historias de los antepasados se mezclan con las de los presentes, sin los primeros no existirían los segundos…

Pienso que la vida es una rueda donde unos se van y otros vienen, los espíritus de los ancianos desaparecidos vuelven en los cuerpos de los recién nacidos. La vida se renueva una y otra vez, los nietos se parecen a los abuelos, o a los bisabuelos. Gran parte del espíritu de nuestros antepasados se queda con nosotros, atrapado en nuestros recuerdos, recordándonos quienes somos y de donde procedemos.

Aún me sigue gustando hurgar en la caja de fotos y saborear los recuerdos que me traen las figuras atrapadas en ellas. Un día encontré ésta de mi querida abuela María en la que sostiene en brazos a uno de sus biznietos, ahora ya convertido en hombre, y me hizo reflexionar sobre todo esto. Ella, ya casi ausente, desgastada y vencida por los años, él despertando a la vida. Ahora aquel niño, convertido en hombre tiene sus propios hijos y la rueda continua…

Aquél día no me pude resistir e intenté contar la historia a mi manera así que tomé un lienzo y mis pinceles…

jdiana

domingo, 23 de diciembre de 2007

EL LLANTO DE LA MADRE TIERRA


Aquel verano decidimos conocer algo de los pirineos. Nos habían hablado mucho del Valle de Arán. Cogimos la autocaravana y nos dirigimos hacia allí. De vez en cuando parábamos un momento y mirábamos el mapa. Calculábamos que estábamos cerca cuando nos encontramos con un túnel. No nos fijamos en los carteles así que no nos dimos cuenta de su longitud. Nos adentramos en la oscuridad, la carretera se estrechaba cada vez más y la oscuridad nos tragó. A cada segundo creíamos que la luz se vería al final pero no era así, los kilómetros se sumaban. Toni agarraba fuerte el volante y yo no me atrevía a hablarle. El parecía asustado ya que cuando nos cruzábamos con otro coche parecía no haber sitio para los dos en la carretera. Yo no iba asustada, era más bien impresionada, dolida. Una sensación extraña se apoderaba de mí a cada kilómetro que avanzábamos. Cruzábamos las entrañas de la tierra y yo sentía su dolor. Cuando al fin la luz se dibujó al final del túnel mis pensamientos no estaban allí, se habían quedado atrapados dentro, escuchaba en mi interior una especie de llanto, el llanto de la madre tierra, esa madre tan bondadosa que nos brinda su ser para que vivamos en él, que nos alimenta con sus frutos, que nos ofrece sus maravillas para que las disfrutemos, y me preguntaba como podíamos ser tan desagradecidos que la tratábamos tan mal… talando y quemando sus bosques, matando sus animales, invadiendo sus costas, rebajando sus montañas… y la taladrábamos de esa manera tan monstruosa solo para satisfacer nuestros egoístas intereses.

Cuando cruzamos el túnel de Vielha pudimos disfrutar del hermoso valle de Arán. Disfrutamos de las maravillas de la naturaleza en todo su esplendor, pero yo no pude olvidarme de aquel llanto, y a la vuelta, al volver a cruzar aquella grieta desgarrada en el vientre de la tierra mi pensamiento seguía estando con ella. Al volver a casa cogí mis pinceles y mis óleos y traté de contar la historia de todos los sentimientos que me abordaron en aquel viaje inolvidable.

jdiana

EL CAMINO DE LA ESPERANZA


Acompañada por el dolor

recorro un duro sendero.

A ratos me siento sola,

me flaquea el aliento.

Mi cuerpo se resquebraja.

Mis alas se rompieron.

Mis sueños se interrumpieron.

Ya no puedo volar.

Tendré que caminar

aunque vaya más despacio.

Con mucho esfuerzo y tesón

aprendí de nuevo a soñar.

Se que al final del camino

De nuevo amanecerá.

Durante casi toda mi vida he ido acompañada de unos trastornos que nadie sabia identificar con ninguna dolencia conocida así que eso los hacia invisibles a los demás pero a mi me iban mermando cada vez más las fuerzas físicas y psíquicas. Con el tiempo supe que uno de ellos era Fibromialgia y me dijeron que tenía que acomodarme a ella y traté de hacerlo, pero mis limitaciones eran cada vez mayores, sus efectos interferían cada vez más en mi vida, poco a poco me iban obligando a ir dejando cosas atrás y mi cuerpo se encontraba más cansado y dolorido, cada vez tenía menos alas. Aún así siempre me he resistido a perder la esperanza. En uno de esos momentos en los que me encontraba vencida y me revelaba contra todo, momentos en los que llorando por tener las alas rotas, volqué en este cuadro todo lo que sentía. Tenía la certeza de que mi vida continuaría, a pesar de todo, así que cogí lo que quedaba de mis alas y me hice el firme propósito de seguir adelante, de encontrar nuevos caminos transitables en los que la ilusión por la vida seguiría estando ahí. Para que no se olvidara y por que no, para trasmitirlo a otras que pasaban por lo mismo que yo intenté plasmarlo en esta pequeña poesía. Ambos sirvieron para el cartel informativo de la Asociación de Fibromialgia de mi ciudad. Yo, cuando de vez en cuando las fuerzas me faltan y flaqueo en mi propósito, releo lo que escribí y cojo impulso para seguir de nuevo.

jdiana

viernes, 21 de diciembre de 2007

MIRANDO AL INFINITO


Al único de mis abuelos que he conocido ha sido a la madre de mi padre, mi abuela María. Cuando yo nací vivíamos en la planta de arriba de su casa. Con ella vivían también mi tía María y su marido Salvador. Años más tarde nos mudamos a nuestra propia casa pero yo seguí muy unida a todos ellos. Con mi abuela compartí muchos momentos que están guardados en un rincón seguro de mi memoria. Murió cuando le faltaban 3 meses para cumplir los cien años y yo tenía 30.

Hace unos años, después de una buena temporada sin pintar, en medio de una crisis de salud, con la autoestima por los suelos, sentí un fuerte deseo de coger los pinceles y la pinté a tamaño natural, sentada en esa butaca roja donde se pasó tantas horas y tantos años; al principio cosiendo mientras que la vista se lo permitió, después sentada, con las manos unidas, mirando la tele, y al final ensimismada en su mundo, un mundo que tenía que ser especial, porque ella así lo era, con ese semblante dulce y apacible que siempre lucía; con su mirada empañada por las cataratas, en la actitud de quien espera el infinito.

Desde entonces creo que una parte de su alma está con la mía, infundiéndome paz y confianza; se introdujo en mi lienzo casi sin darme cuenta, creo que para demostrarme que puedo llegar a hacer lo que me proponga, solo tengo que creerme que soy capaz de hacerlo.

jdiana