Siempre me han gustado las fotos. Ahora es habitual tener una cámara a mano y fotografiar todo aquello que se nos antoje y tenemos fotos de nuestros hijos y familiares de todas las posturas y en todas las situaciones imaginables, pero no hace tantos años no era así, con un poco de suerte se conseguía fotografiar algunos momentos importantes. Cuando era niña mi madre tenía una caja de cartón donde guardaba aquellas fotos, todas en blanco y negro y en las que a veces costaba trabajo identificar a la persona en cuestión. Esa caja era guardada y custodiada como un tesoro y solo conseguía que me la dejara alguna que otra vez que me encontraba enferma y tenía que guardar cama. Entonces me ganaba, después de asegurar que las cuidaría, el privilegio de mirarlas, tocarlas… y yo pasaba las horas entretenida preguntando quien era aquel señor que estaba con mi padre vestido de soldado o aquella señora ataviada con un vaporoso vestido, y cuya cara me resultaba conocida, que posaba al lado de otra, más mayor y gruesa…Mi madre me explicaba una y otra vez las historias de todos los que aparecían en las fotos y así yo podía acercarme un poquito a cada uno, la mayoría desaparecidos antes de que yo naciera.
Siempre me ha gustado contar historias.Siempre me ha gustado pintar. Dos pasiones, dos aficiones. Un día se me ocurrió unirlas. Una historia se puede contar de muchas formas: relatándola, escribiéndola,con colores...
Cuando dibujo o pinto es como si intentara narrar algo. Cada cuadro es para mí una pequeña historia, la forma de retener en una escena todo un sin fín de acontecimientos, narrados a través de mezclas de colores.
Muchas de las historias que acompañan a mis pinturas son inventadas, los sentimientos que reflejo en ellos son totalmente autenticos. Todas son fruto de un impulso que un día, en un instante mágico, sintió mi alma.
Compartir tanto unas como otros es un placer que me llena de gozo.
miércoles, 26 de diciembre de 2007
LA RUEDA DE LA VIDA
domingo, 23 de diciembre de 2007
EL LLANTO DE LA MADRE TIERRA
Aquel verano decidimos conocer algo de los pirineos. Nos habían hablado mucho del Valle de Arán. Cogimos la autocaravana y nos dirigimos hacia allí. De vez en cuando parábamos un momento y mirábamos el mapa. Calculábamos que estábamos cerca cuando nos encontramos con un túnel. No nos fijamos en los carteles así que no nos dimos cuenta de su longitud. Nos adentramos en la oscuridad, la carretera se estrechaba cada vez más y la oscuridad nos tragó. A cada segundo creíamos que la luz se vería al final pero no era así, los kilómetros se sumaban. Toni agarraba fuerte el volante y yo no me atrevía a hablarle. El parecía asustado ya que cuando nos cruzábamos con otro coche parecía no haber sitio para los dos en la carretera. Yo no iba asustada, era más bien impresionada, dolida. Una sensación extraña se apoderaba de mí a cada kilómetro que avanzábamos. Cruzábamos las entrañas de la tierra y yo sentía su dolor. Cuando al fin la luz se dibujó al final del túnel mis pensamientos no estaban allí, se habían quedado atrapados dentro, escuchaba en mi interior una especie de llanto, el llanto de la madre tierra, esa madre tan bondadosa que nos brinda su ser para que vivamos en él, que nos alimenta con sus frutos, que nos ofrece sus maravillas para que las disfrutemos, y me preguntaba como podíamos ser tan desagradecidos que la tratábamos tan mal… talando y quemando sus bosques, matando sus animales, invadiendo sus costas, rebajando sus montañas… y la taladrábamos de esa manera tan monstruosa solo para satisfacer nuestros egoístas intereses.
jdiana
EL CAMINO DE LA ESPERANZA
Acompañada por el dolor
recorro un duro sendero.
A ratos me siento sola,
me flaquea el aliento.
Mi cuerpo se resquebraja.
Mis alas se rompieron.
Mis sueños se interrumpieron.
Ya no puedo volar.
Tendré que caminar
aunque vaya más despacio.
Con mucho esfuerzo y tesón
aprendí de nuevo a soñar.
Se que al final del camino
De nuevo amanecerá.
Durante casi toda mi vida he ido acompañada de unos trastornos que nadie sabia identificar con ninguna dolencia conocida así que eso los hacia invisibles a los demás pero a mi me iban mermando cada vez más las fuerzas físicas y psíquicas. Con el tiempo supe que uno de ellos era Fibromialgia y me dijeron que tenía que acomodarme a ella y traté de hacerlo, pero mis limitaciones eran cada vez mayores, sus efectos interferían cada vez más en mi vida, poco a poco me iban obligando a ir dejando cosas atrás y mi cuerpo se encontraba más cansado y dolorido, cada vez tenía menos alas. Aún así siempre me he resistido a perder la esperanza. En uno de esos momentos en los que me encontraba vencida y me revelaba contra todo, momentos en los que llorando por tener las alas rotas, volqué en este cuadro todo lo que sentía. Tenía la certeza de que mi vida continuaría, a pesar de todo, así que cogí lo que quedaba de mis alas y me hice el firme propósito de seguir adelante, de encontrar nuevos caminos transitables en los que la ilusión por la vida seguiría estando ahí. Para que no se olvidara y por que no, para trasmitirlo a otras que pasaban por lo mismo que yo intenté plasmarlo en esta pequeña poesía. Ambos sirvieron para el cartel informativo de